En el proceso de constitución de una empresa, la creación de la imagen de marca es uno de los aspectos que se consideran secundarios, pero el hecho de no trabajar la marca no significa que no se cree una imagen. La marca se crea, quieras o no.
Cuando oímos la palabra ‘start-up’ pensamos en esa empresa emergente, normalmente joven, de reciente creación, con un gran potencial de crecimiento y que atrae la atención del sector, de los empresarios y de los inversores.
El emprendimiento ha ido evolucionando con el tiempo y hoy en día son muchas las empresas que apuestan por presentar innovadores proyectos que prometen sacudir el sector. Es especialmente relevante el caso de las start-up tecnológicas, que en los últimos años han sido todo un revulsivo para la economía, pero también el de otras empresas – en otros sectores – que han sabido hacer de este modelo de negocio su razón de ser.
Sin embargo, en determinadas ocasiones, estas empresas emergentes se centran en trabajar en su estrategia de negocio y plan de empresa de una forma muy minuciosa, dejando a un lado la estrategia de marca, parte esencial de todo el proceso y clave fundamental si queremos salir al mercado con una promesa de valor sólida y fuerte.
Resulta imprescindible emprender con un posicionamiento de marca coherente con los objetivos de la empresa, que tenga en cuenta a sus públicos de interés, los canales que estos consumen, la competencia y las características del mercado en el que se desempeñará. Porque si no trabajas y proyectas tu imagen de marca, esta se creará solo en base a las experiencias y las vivencias que tengan los que se relacionan con ella. En definitiva, tienes que contar tu historia, antes de que otros lo hagan por ti.
En este sentido el branding, o la estrategia de marca, es un proceso fundamental para definir la identidad de una marca dentro de un mercado, que en la mayoría de las ocasiones es complejo, competitivo y exigente. Y cuando hablamos de identidad no nos referimos solo a un nombre o un logotipo, son muchos los elementos que intervienen en este proceso que debe ser considerado estratégico por cualquier compañía, independientemente de su dimensión o trayectoria.
A la hora de definir la estrategia de identidad y posicionamiento de una marca, existen diferentes metodologías que contribuirán a declinar aquellos valores y atributos que hacen única a la marca y que suponen su verdadera ventaja competitiva, aquella que deben defender cuando se aproximen al mercado.
Existe en el mundo de los negocios una teoría muy interesante, y útil, a la hora de aproximarnos a los mercados con un posicionamiento determinado, es la que se conoce como la ‘Estrategia del Océano Azul’ (W. Cham Kim y Renée Mauborgne).
La implementación de la Estrategia del “Océano Azul”, hace referencia a la innovación como base para el éxito de una compañía, y por ende, lo que la diferencia del resto de la competencia. Debemos hacer hincapié en que el sentido de este concepto no hace referencia exclusivamente a la tecnología, sino a innovar en la forma de hacer algo, aunque ya exista. Es decir, se trata de un cambio de paradigma en la manera en que se pueden desempeñar los negocios y las estrategias de marca.
Estos “Océanos Azules” se identifican como espacios donde se puede llegar a redefinir la representación convencional de la estrategia de negocio, e intentar describir de qué forma una compañía podría librarse de la competencia y establecer su propio camino al éxito.
Los “Océanos Rojos” por el contrario, son aquellos espacios en los que cualquier empresa emergente debe evitar posicionarse a toda costa, pues suponen todas aquellas áreas de comercio existentes, altamente explotadas, territorios de marca saturados y con una serie de reglas preestablecidas.
La clave, por tanto, la identificamos en esta diferencia, pues mientras que en los “Océanos Rojos” se cree que los límites de las industrias son rígidos e inamovibles, en los “Océanos Azules” se trabaja y se busca el desarrollo de negocios en espacios que supongan nuevas oportunidades de crecimiento rentables y sostenibles a largo plazo.
El branding (y más concretamente la estrategia de posicionamiento) es, en este proceso, una herramienta indispensable para cualquier empresa que tenga la intención de posicionar correctamente su marca en ese “Océano Azul”, distinguiéndose de la competencia y llegando más allá de la demanda existente.
María González Luna
Directora de Proyectos Grupo CIAC
CIAC Málaga